Este blog es para el desahogo de un ciudadano que está cansado de que nos cuelen tantos engaños a casi todo el mundo. El único consuelo que me queda por ejercer es el de decir en voz alta "A MI NO ME ENGAÑAN".




Ya está disponible el ensayo
"Las Falacias que nos rodean", de distribución libre y gratuita.

martes, 26 de abril de 2011

Dos ángeles urbanos

Dos Ángeles Urbanos


Hace varios fines de semana tuve la ocasión cruzarme con dos ángeles... No lo escribí en su momento así que lo hago ahora. No es frecuente encontrarse personas así, y menos dos en un mismo fin de semana.


La primera de ellas la vi en los bajos de un puente que hay relativamente cerca de donde vivo. La zona no es peligrosa ni muchísimo menos, allí a veces duermen vagabundos, para protegerse de la lluvia y de la bóveda celeste, que como un vampiro absorbe el calor de quien se queda dormido bajo su manto sin protección. Caminaba por la vera de ese puente, sin prestar atención a éste, cuando me llegó al oido retales de una animada conversación que captó mi atención. Y la captó precisamente por ser animada, aunque una simple conversación debió bastar para captarla, pues en los bajos del puente, como digo, nunca hay nadie salvo algún vagabundo que dormita, ya por la noche. Como quiera que aquello tenía algo de inusual, me volví y pude
ver a una chica, de unos 30 años, alta y delgada, con buen tipo, arrodillada junto a un anciano de barba blanca, que metido aún en un saco de dormir, departía con ella. Vestida de manera algo hippie, estaba claro en cualquier caso que no era una sintecho "compartiendo puente", sino alguien que se había puesto a hablar con él. Pero lo mejor fue cuando, en el minuto que
pasó aproximadamente desde que entraron en mi campo de visión hasta que los dejé atrás, ella sacó una fiambrera y la abrió para dársela. Todo esto acompañado de suma amabilidad. Diríase que el anciano agradecía más la molestia y la amabilidad que las empanadas o lo que quiera que le diese de comer.


La otra fue en una fiesta de bailes de salón. No había mucho ambiente, no había guiris y la mayoría de las pocas chicas que había formaban parte de lo que en el argot del mundillo se le llama "la secta", esto es, las que sólo bailan con los de su pandilla o con los profesores de las academias, en contraposición con "las naturales", que son las que bailan con todo el
mundo, y que son con las que más te ries y diviertes.


Aquella noche sólo detecté a un par de "naturales", con las que me marqué sendos bailes y una divertida pero breve conversación.
Noche de poco ambiente, así que estaba ya para irme de vuelta a casa tras haber sacado todo lo que le podía sacar a la noche, cuando al pasar por la antesala de la pista, vi a una chica, con vaqueros, moño, ausencia total de maquillaje y zapatillas de cordones que resaltó entre todas las demás. Resaltó entre todas las divas de la salsa que con ajustadas minifaldas de cuero, y empinadas sandalias doradas de fino tacón, ejecutaban complejas figuras rozando la categoría de pirueta. Y no resaltó por ir peor vestida o no bailar espectacularmente, sino porque, mientras todas las demás dedicaban su tiempo a lucirse, ella empleaba esa noche de sábado, su noche de sábado, en pasarla con un grupo de 3 o 4 jóvenes con síndrome de Down. Debía ser la monitora, o familiar de alguno de ellos, o de una ONG o lo que fuera. En cualquier caso, su objetivo no era exhibir sus habilidades danzarinas o encontrar alguien que bailara muy bien, sino hacer pasar un buen rato a varias personas disminuidas síquicamente. Y si era su trabajo, desde luego que lo disfrutaba, porque bien que se reía. Era la recompensa mínima que se merecía. Mientras todas las demás dejaban pasar la noche a realizar complejas y virtuosas figuras con caras serias, ella,
entre tropezones y continuas pérdidas de ritmo provocadas por sus compañeros de noche, rebosaba felicidad y risas.


Los ángeles existen. Anden atentos porque están por ahí aunque a veces no se les vea.

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