Este blog es para el desahogo de un ciudadano que está cansado de que nos cuelen tantos engaños a casi todo el mundo. El único consuelo que me queda por ejercer es el de decir en voz alta "A MI NO ME ENGAÑAN".




Ya está disponible el ensayo
"Las Falacias que nos rodean", de distribución libre y gratuita.

jueves, 28 de enero de 2010

miércoles, 20 de enero de 2010

Gente que admiro (VI): La niña adulta

Esto es algo que contemplé hace tiempo, en el metro de Madrid, hace unos 5 años.No recuerdo de donde venía, si de comprar cosas para el piso, del trabajo, o de ver a mis primos... Los problemas que pudiera tener en la mente en ese momento se desvanecieron cuando contemplé la escena que paso a narrar a continuación.

No era hora punta, eso sí lo recuerdo, pues había espacio para estar sin agobios. Paró el metro en una estación, y tras salir primero quienes se bajaban en esa parada, entre la gente que subió accedieron al vagón dos niñas pequeñas, 4 y 7 años aproximadamente, viajando aparentemente solas, con el vuelco que te da el pensar que puedan estar por ahí de la mano de Dios. La niña mayor llevaba de la mano a la pequeña.

Pero no, no iban solas, iban acompañadas de una mujer, supongo su madre, con evidentes signos de ser drogadicta, y mostrándo síntomas de que acababa de saciar su necesidad de caballo o de quien sabe que mierda. Iba mirando al infinito, sin apenas prestar atención a las niñas, con varias bolsas llenas de enseres inútiles, demacrada, con la cara seca, con la vida comida y chupada por dentro, sin percibir lo que sucedía alrededor ni importarle... Ella ya estaba contenta, ella ya tenía lo que necesitaba.Sus niñas no, pero eso no importaba.

La niña mayor parecía tener el don de poder mirar a dos sitios a la vez. Miraba a la madre y miraba a su hermana, todo a un tiempo. Cada vez que la madre se ponía a decir alguna burrada, cogía a su hermana y la abrazaba, o acariciaba, o le decía algo. Su único afán era distraerla, impedir que contemplara a su madre.Fruto del "relax" de la droga, a la madre se le aflojaron ciertos músculos del cuerpo y el espectáculo se hizo más escatológico.

La hermana mayor se cambió estratégicamente de sitio, y se situó a la derecha de la hermana, de forma que al mirar la pequeña a la mayor, no entrara la madre en su campo de visión. Cogió al cambiarse de sitio una de las bolsas que la madre dejó caer, supongo que la única en la que había algo que mereciera la pena, para tenerla asimismo vigilada.Eso me hizo pensar que en alguna que otra ocasión debieron ser víctimas de un robo aprovechando el lamentable estado de la madre, por eso la niña había aprendido lo que debía hacer.

Durante todo el trayecto mantuvo distraida a la hermana, sin dejar de vigilar a la madre, y sin dejar que la realidad le arañara el alma, como la suya fue y estaba siendo arañada, sin que ella tuviera nadie que la protegiera. Ella tuvo que aprender por sí sola, y no quería que su hermana pasara por lo mismo. Al menos, no de una manera tan brusca. Me recordó, eliminando la inexistente componente cómica, a la película "La Vida es Bella". Esa niña era una "Roberta Benini", que con gracias, muecas y caricias, conseguía que su hermana no sufriera, no viera la realidad. Con la dificultad añadida de que no tenía la edad que el personaje de la película, sino 7 años como mucho.Con 7 años esa niña era adulta. Y la dureza de la vida que le había tocado vivir no le había impedido aprender una de las lecciones más importantes de la vida. La fuerza del cariño y la sangre.Mi parada llegó y tuve que bajarme. Sentía pena, rabia e indignación, pero no miedo. Con una hermana mayor tan fuerte, la pequeña estaba en buenas manos. Y la madre también.

Gente que admiro (V): La huevera

Me van a permitir que, entre el listado de gente que admire, cuele una persona que no es famosa, no ha salido en la tele ni en los periódicos, y para colmo, ni siquiera yo mismo sé cómo se llama, ni lo sabré nunca. El destino, queriendo cebarse en ella, parece que quiere que la única manera que yo tenga de referirla sea con el calificativo que ella misma se puso, y con el que a mi abuela la oía llamar. Un calificativo con tan escaso glamour como suerte tuvo ella en la vida, y que da título al post.

Era la huevera cuando la conocí una mujer mayor, muy mayor. Anciana curtida, de esas que tenían arrugas marcadas por la frente como si el tiempo fuese un arado, maldito arado que deja surcos no sólo en la piel sino también en otras partes de nuestro ser. Caminaba totalmente agachada, su espalda formaba casi un ángulo recto con sus piernas, que se movían desordenada
pero firmemente, sosteniendo no sólo su peso sino el del fardo que llevaba encima y que la acompañaba cada vez que venía para "la ciudá". Moño en el que recogía su pelo gris, y vestido negro de perenne luto conformaban su indumentaria.

Viuda y con su progenie perdida, tuvo que hacerse cargo de dos nietos, creo que la hija o el hijo murió junto con su cónyuge, entiendo que debió ser un accidente de tráfico, pero no lo sé, nunca llegué a enterarme. Era una familia compuesta por ella, y sus dos nietos, un hijo y una hija.

Conocía a esta mujer, porque de vez en cuando venía a casa de mi abuela, a vender los productos del campo. Tenía una huertecita en un pueblo, no sé cual, donde cultivaba coles, lechugas y alimentaba bastantes gallinas que le daban una abundante provisión de huevos que solía vender en la ciudad, y con la que se sacaba unas perras. Unas miserables perras, o duros como ella usaba, porque no era de pesetas, era de duros... Recuerdo a mi abuela, que siempre le daba más de lo que pedía por la mercancía, preguntándole el precio de una inmensa col, "doce duros", mientras mostraba, orgullosa, la mercancía en una mano, y hacía aspavientos con la otra para magnificar la calidad del producto, pero siempre sin mentir. Maestra en el aprovechamiento y el reciclaje, le pedía a mi abuela que le guardara el pan duro "para alimentar a los pollos". Normalmente salía de casa de mi abuela más cargada que entraba, soltaba una lechuga y una docena de huevos, y se llevaba una bolsa todo el pan duro que mi abuela le había guardado desde la última vez que vino. De hecho, la casa de mi abuela era siempre la última de la "ronda" de casas que visitaba, para no ir cargada por todo el trayecto con lo que mi abuela le daba.

Arando la tierra y transportando huevos del pueblo a la ciudad en autobús, y vendiéndolos casa por casa, esta mujer sacó adelante a sus dos nietos, en una edad en la que lo que le correspondería era estar disfruntando de una ancianidad medianamente tranquila, con achaques y alguna enfermedad, de los que nadie está libre a esos años, pero sin cargas. Y viviendo a través de la contemplación de cómo su hijo o hija está situado y educado. Al menos, tuvo el alivio de no tener enfermedades, que yo supiera. Quizá es que no podía permitírselo.

Cuando su nieta se casó, le dió los ahorros de toda su vida a su nieta para ayudarla a montar la casa. Recuerdo a mi abuela contándoselo a mi madre "Doscientas mil pesetas", o como creo que diría la huevera "cuarenta mil duros". Estamos hablando de finales de los ochenta. Toda una vida para ahorrar doscientas mil pesetas. ¿Tan poco vale el trabajo de toda una vida? ¿Tan mal estaba la nieta para aceptar esa cantidad? Porque esa es otra, no entiendo cómo la nieta aceptó ese dinero... pero de esto prefiero no hablar porque me pongo de mala leche, y no he abierto este post para escupir culebras, sino para expresar mi admiración por esta mujer.

Cierto día dejó de venir... Sin teléfono en su casa, ni familiares que conociéramos, sólo pudimos suponer una cosa. Curiosamente, nunca llegamos a hablar del tema en la casa, o al menos no lo recuerdo. Quizá queríamos creer que sólo estaba mala o más achacosa que de costumbre, y que esa semana no había podido ir, pero más adelante volvería.

Creo que no hay caso más apropiado que ella para tener en su esquela la expresión "DESCANSE en paz". Se lo merece.

Gente que admiro (IV): El padre coraje

A este hombre, a pesar de admirarlo, tengo que reconocer que me cuesta comprenderlo. Pudo matar a los asesinos de su hijo y no lo hizo, porque creyó en la justicia. Prefirió no matarlos, cuando ya sabía que eran ellos, para poner las pruebas a disposición de la justicia. De nada le sirvio, porque las pruebas no se admitieron por ser escuchas realizadas sin autorizacion judicial, cuando precisamente a los asesinos no se les investigó porque no se autorizaron las escuchas... estamos pues ante uno de los tipicos callejones sin salida ibéricos... las escuchas no se admiten como pruebas porque el juez no las autorizó, y el juez no autorizó en ningun caso las escuchas. ¿Como se puede entonces probar que alguien es un asesino si el juez no quiere?

Los asesinos y la "justicia" española no se merecen alguien que tenga tanta clase y nobleza como el padre coraje. Debió haberlos matado, que esto es España, y aquí el feudalismo, la inquisición, el cortijerismo siguen vigentes. Ser noble con un asesino y confiar en un juez español es como pretender enfriar el centro de la tierra tirando en un volcán el hielo que ha sobrado de una fiesta...

Hace falta mucha, mucha nobleza y mucho espíritu de contención para tener junto a tí al asesino de tu hijo, en un descampado donde nadie te ve y, con tu navaja en el bolsillo, decidir que lo mejor es poner las pruebas a disposición del juzgado.

Gente que admiro (III)

Los padres de Mariluz y Marta del Castillo y la madre de Sandra Palo.

Tenemos en España una trilogía de lujo que, afortunadamente por su existencia, y desgraciadamente por las circunstancias que les han llevado a destacar, han entrado en el corazón de todos los españoles, o al menos de casi todos. Son padres que han sufrido la mayor pena posible, que no es otra que la pérdida de un hijo, y han sabido canalizar esa pena y esa rabia para intentar cambiar el aberrante sistema que tenemos, donde es más grave y tiene mayor pena amenazar de muerte a un juez que matar a una niña.

Qué pena que tengamos y consintamos gobernantes que con su intrínseca poca vergüenza, no hacen las modificaciones que demanda, que exige el pueblo. Las firmas recogidas por estos tres padres, de sumarse, se convertirían en el partido más votado de España. Los políticos estafadores tienen la desfachatez de decirnos en la cara que nuestra firmas no valen, que lo que valen son sus escaños. "El estado nos engaña, y lo sabes"

Téngase en cuenta, además, que por ejemplo en el caso de la madre de Sandra Palo, además esta lucha tiene que estar en paralelo con la autoprotección requerida para protegerse de las posibles venganzas de los asesinos de su hijo, que alguno ya está en la calle. y es que, "¿quien se ha creido que es la madre de Sandra Palo para exigir que pase toda mi vida en la carcel por haber matado a su hija? Se va a enterar de lo que es bueno... en la calle mandamos nosotros."

Especialmente en el caso de Juan Cortés, el padre de Mariluz, además de haber luchado para cambiar el absurdo sistema penal que tenemos ha contribuido, como ninguno otro anteriormente a la causa gitana. Juan, al que literalmente se le puede aplicar eso de "lo cortés no quita lo valiente", y no lo digo por el apellido, sino porque con corrección ha sabido exigir justicia, ha contribuido a ver a los gitanos con otros ojos, o al menos a que la gente tome conciencia de que no todos son iguales. No todos son farruquitos que van atropellando gente ni asesinaceladores de hospital que trafican con drogas.

Con más padres de Mariluz y menos farruquitos, el devenir del pueblo gitano en España hubiese sido otro, pero eso es otra historia. Deberían tomar conciencia los medios de comunicación y mostrar más a uno y menos a otro. El ejemplo es uno, el otro es escoria.

Gente que admiro (II): Irene Villa

Otro de los nombres asociados a la infancia que me marcaron, es el de Irene Villa. Iba a decir rostros que me marcaron, pero no fue hasta unos años después que su cara salió a la luz. No hace falta que cuente su historia... una chica joven, en plena flor de la vida... con las piernas amputadas por culpa de la maldita serpiente malnacida de siempre, por esa piara de terroristas malnacidos que no se plantean la guerra como hacer dos trincheras y que gane el que pegue más tiros, sino como poner bombas por donde pasa gente que no tiene la culpa de nada, y cobardemente, accionan un detonador...

La inmundicia y cobardía moral del crimen cometido con esta chica, le añade un extraordinario valor a su actitud frente a la vida. Molde de optimismo, fuente de fuerza, espejo de esperanza donde uno querría poder mirarse cuando la vida se le tuerce y no sabe cómo actuar.


Dentro, muy dentro me llegó la primera vez que la vi en la televisión, hablando sonriendo, segura de sí misma, sin titubear, victoriosa pese a todo. Su victoria no es la de las armas, su victoria es la del tesón, la de la constancia, la del saber aprovechar lo que se tiene en cada momento de la vida. Cuando tenía las dos piernas seguro que le sacó lo mejor a la vida, y después de perderlas, siguió siendo capaz de sacarle lo mejor, pese a sus nuevas e impuestas limitaciones.


Creo que la profesión que mejor hubiera desempeñado Irene Villa es la de profesora. Una persona así debería estar en un colegio, por no decir una universidad, enseñando coraje, fuerza, iniciativa y valentía. Hacen falta gente como ella que, frente a los desidiados profesores imperantes, eduquen a la gente a luchar, la animen a moverse hacia delante, a cambiar el mundo, a huir del inmovilismo al que nos empuja los múltiples problemas de la estúpida sociedad que hay montada.


Finalmente, escogió ser periodista, ha escrito libros, y seguro que es una gran profesional. Pero insisto, creo que hubiera sido la profesora perfecta.


Gracias por ser tan fuerte y por servirnos de ejemplo sobre cómo no tener miedo. En el fondo, aunque no tenga el título, ya ha ejercido de profesora...

lunes, 18 de enero de 2010

Gente que admiro (I): MIkhail Gorbachov

"Yo soy yo y mi circunstancia", dijo el escritor. En la palabra circunstancia se encierran el sitio donde nacemos y crecemos, el tiempo en que vivimos (que todos deseamos no nos toquen los "interesantes" a los que hace referencia la maldición chino), pero sobre todo, las personas con las que interactuamos. Gente que nos aporta, que nos muestra, pero también seres humanos sobre los que nosotros influimos, y que cuando lo hacemos bien y contribuimos a su felicidad, nos hacen sentir que somos mejores personas.

La aldea global, la sociedad de la información, hace que muchas personas de las que, en otros tiempos, apenas habríamos oido nada, se cuelen a veces poco a poco, a veces de sopetón, en nuestras vidas. Personas que posiblemente no nos conocen ni nos conocerán, pero nosotros a ell@s sí... Y que, en cierta medida, influyen en lo que somos o queremos ser.

Me abstengo de hablar de quienes influyen para mal, de las arpías que van sembrando maldad, de los adlátares de belcebú que pululan nuestro diminuto punto azul, y quiero hoy centrarme en esas personas famosas, que todos conocemos, y que contribuyen a que, a día de hoy, aún tenga algo de fe en la humanidad.

Inicio con esta introducción una serie de post, que voy a titular "Gente que admiro", y la inicio con Mikhail Gorbachov

Hasta donde me llega la memoria, la primera persona a la que admiré fue Mikhail Gorbachov. Corrían los tiempos de la guerra fría, la revista Muy Interesante (que por aquel entonces era interesante) hacía reportajes con detallados listados sobre los efectos de una explosión termonuclear, en la televisión proliferaban las miniseries y películas sobre una hipotética tercera guerra mundial, y entre las preguntas que les hacía a mis padres, en mi afán por aprender y conocer lo que era el mundo, estaban "¿Qué es el telón de acero?" o "¿Porqué hay dos alemanias?".

Tomada conciencia básica de lo que, por aquel entonces, era la estructura geopolítica del mundo, empezó a asomarse por la televisión un señor algo gordito, con una llamativa mancha roja en la cabeza. "Ese es el nuevo jefe de los rusos" - o algo parecido, me decía mi abuela, cuando entre cliks y muñecos de la guerra de las galaxias miraba la televisión, en esa edad en la que sigues jugando e inventando fantasías, pero a la vez te llama la atención, cada vez más, el mundo de los adultos. Y a mí, que algo sabía ya sobre el armamento soviético y telón de acero, me resultaba sumamente extraño que alguien con cara de tan buena persona, pudiera estar al frente de ciertas barbaridades.

Cuando eres niño y aún los cuentos tienen algo de cierto en tu mente, te vienen al recuerdo las moralejas en las que los malos se dan cuenta de que se están portando mal, y rectifican... Cuentos en los que la victoria para el bien, cuando no viene del brazo del héroe porque el malvado es más fuerte, viene del efecto que la palabra del protagonista ejerce sobre el malo, fruto de la cual renuncia a ejecutar su triunfo.

Y aunque ya no te los crees del todo, porque has tenido ocasión de comprobar (muchas veces) que los malos no siempre rectifican, aún te queda la esperanza de que algo de verdad haya. Y esa esperanza fue alimentada cuando, en mis primeras lecturas de periódicos, leía sobre las conversaciones para el desarme con EEUU.

Pero no era optimista, a pesar de todo. Para mí, era alguien muy bien intencionado, pero el tema del "bloque soviético" lo tenía tan interiorizado... era como si percibiera que había algo con más influencia que Gorbachov, algo que él no podría cambiar aunque quisiera. Pero resultaba gratificante cada vez que llegaban buenas noticias del otro lado del muro, que dejaban traslucir un cierto cambio de rumbo, un soplo de esperanza.

Pasaron varios años hasta que cayó el muro, y en cascada una buena colección de dictadores. El jefe de "los malos" había rectificado, y los villanos que no quisieron rectificar, morían a manos de los oprimidos. Con cierta alegría por mi parte, debo reconocer. Ya no era tan niño y estaba harto de que siempre perdieran los mismos. Ver a Ceaucescu fusilado por su pueblo era el final lógico a todo aquello.

Más tarde vino el golpe de Estado en la URSS, y el sueño se acabó. Pero al menos una parte de la estructura represora se había difuminado.

Poco después, en la Expo92 de Sevilla, mientras caminaba con unos amigos por una de las modernas y cosmopolitas calles que separaban unos pabellones de otros, percibimos un gran revuelo. Para mi sorpresa, tenía ante mí a Gorbachov en persona, con el rostro visiblemente más triste de lo que solía tener cuando salía por la tele... No tenía lápiz ni bolígrafo, pero me asaltó el inmediato deseo de ir hacia él y probar suerte para pedirle un autógrafo, por si él tuviera con qué firmarlo. Antes de que reaccionara y me moviera, una mujer se abalanzó sobre él, con los brazos abiertos... llevaba escrito en la cara que quería abrazarlo, darle el abrazo más fuerte que posiblemente jamás le hubieran dado, pero un policía del cordón que lo rodeaba se lo impidió. No dejaban que nadie se acercara a él, pero hasta ese momento no me di cuenta de la presencia de policías, así que sin bolígrafo y sin posibilidad de acercarme, no pude pedírle el autógrafo. Pero me quedé un rato mirándolo, de hecho, hasta que se introdujo en un pabellón y desapareció de mi vista.

Sólo le he pedido autógrafos a dos personas famosas, aunque me he cruzado con más de una docena. Una es Gorbachov, la otra, en la que sí lo conseguí, no viene al caso (de momento). Las demás... futbolistas, cantantes, actrices, políticos... por muy buenas que sean en su profesión, no dejan de ser eso. Profesionales. Y los políticos ni siquiera eso. No siento ningún interés en pedirles un autógrafo...