A estas alturas tenemos claro que falacias hay de muchos
tipos. Cuando se han ido sufriendo muchas de ellas, las personas menos avezadas
poco a poco habrán ido cayendo por el camino, y sólo los que tengan un espíritu
más fuerte seguirán adelante.
Cuando es grande la resistencia del ciudadano cuyo cerebro la
casta intenta anular, se empiezan a aplicar falacias de resistencia, y esta es
una de ellas.
Su aplicación es sencilla. Si eres una persona con
inquietudes sociales, y tratas de impedir alguna injusticia sobre un colectivo,
y además tienes alguna relación directa con lo que estás defendiendo, te
acusarán de tener claros intereses con ese tema, y te acusarán de actuar no por
un interés social, sino de ser egoísta. ¿Y si no hay ninguna relación directa? Serás
acusado de tener relación, intereses y simpatías con a quienes defiendes, con
el argumento de que “aunque no pueda saberlo y no pueda acusarte, esos
intereses seguro que existen. Si no, no pondrías tanto empeño en defender esta
causa”.
Cree el ladrón y el cargo de confianza puesto a dedo, que
todos son de su misma condición.
Es decir, si desfalleces en el intento, el problema no se
soluciona. Si no desfalleces, te acusan de tener algún interés personal oculto,
que ni el Mossad es capaz de averiguar, pero bueno, ese interés personal oculto
existe.
Hay otra variante al aplicar la falacia, y es decir que, si no formas parte del colectivo acerca
del cual haces la denuncia, entonces no puedes protestar al respecto. Por
ejemplo, si estás gordito, no puedes protestar en contra del hambre. Si tienes
casa, no puedes protestar contra los desahucios, y si tienes titulación
universitaria, no puedes protestar contra los recortes en educación, porque tú
ya tienes tu título. Dicho sea de paso, si tienes hambre y protestas contra el
hambre, o estás estudiando y protestas contra los recortes en educación, te
dirán que protestas por egoísmo, porque sí
formas parte del colectivo acerca del cual haces la denuncia. Es decir,
estarías actuando por egoísmo, y eso quita razón a tu queja.
Lo más triste de esta falacia es que la casta cuenta como
cómplices para su aplicación con quienes ya han sido víctimas de esa falacia.
Así, a los estibadores en su momento les pareció bien que se
ampliaran los horarios del comercio minorista, para así poder tener más tiempo
para comprar. Los trabajadores del comercio minorista que sufrieron recortes,
terminan apoyando que los pilotos o controladores tengan menos privilegios, se oponen a que luchen por conseguir
objetivos para el colectivo del cual tienen intereses. Después, esos
controladores se pondrán en contra de los mineros que están luchando por sus
intereses, y con las minas ya cerradas y la industria sin reconvertir, los
mineros en el paro criticarán ferozmente a los estibadores por defender los
intereses de su colectivo, y así se cierra el círculo. En definitiva, nosotros
nos oponemos a que nosotros luchemos por nuestros intereses.
Muy en relación con esta falacia, casi se puede considerarla
como una variante, está la de la eliminación de privilegios. En la anterior
secuencia de distintos colectivos a los que se ha ido atacando, es una
constante que se use la expresión “eliminación de privilegios[1]” para
justificar el recorte que tocara aplicar en cada momento.
Por ejemplo, en el caso de los estibadores, se dice que el
trabajo que desempeñan, no excesivamente complejo, no justifica que cobren
hasta 100.000 euros al año, cuando cualquiera de los millones de parados del
país estaría dispuestos a hacer ese trabajo por 20.000 o incluso menos. No es
que eso no sea cierto, pero la manipulación viene del hecho de que eso no se
aplica con otros colectivos cuyos privilegios están blindados, y les permiten
ingresar muchísimo más que un estibador, un controlador aéreo o un dentista.
Por ejemplo, hay presidentes de eléctricas y de bancos que
tienen sueldos de varios millones de euros al año. El trabajo que desempeñan
esos cargos estaría dispuesto a hacerlo cualquier parado por 60.000 euros al
año, y que no trate nadie de convencer de la gran dificultad que tiene presidir
un banco o una eléctrica, porque no cuela. No digo que sea fácil, pero no es
más difícil que gestionar una panadería de barrio, manejar una grúa de puerto,
los controles de un aeropuerto o diseñar una caldera. Los presidentes de bancos
y eléctricas son unos privilegiados, y esos privilegios no se discuten.
Otra cosa es la manera, el medio mediante la cual cada
colectivo haya conseguido sus privilegios. Los presidentes de bancos y
eléctricas los han conseguido dándole puertas giratorias a los políticos de
turno, y los estibadores o controladores los consiguieron haciendo huelgas. Y
aquí entra otra vez la maquinaria de hacer falacias, para convencernos de que
conseguir privilegios haciendo huelgas es algo terrible, mientras que obtenerlos
haciendo favores a los políticos, no es tan grave, entra dentro del carácter de
la picaresca española y ya tal. Se le resta importancia.
Si vamos a eliminar los privilegios, cosa que no me parece
mal, comencemos eliminando los más escandalosos: la capacidad para heredar la
jefatura del estado, los sueldos de millones de euros de los presidentes de
bancos y eléctricas, el dinero de la PAC[2] que se
destina a terratenientes que reciben grandes sumas de dinero por tener tierras
improductivas y muchos otros. Cuando el sueldo de los altos cargos de todas las
empresa eléctricas esté limitado a 80.000 euros al año, entonces hablamos de los
privilegios de los camioneros, controladores o médicos.
[1] Se puede buscar en internet
“privilegios mineros”, “privilegios estibadores”, “privilegios controladores”,
“privilegios camioneros” y observar la preeminencia de ciertos periódicos en
los resultados obtenidos. Por el contrario, en la búsqueda de “privilegios
banqueros” o “privilegios eléctricas”, esos periódicos dejan de aparecer y tan
sólo se referencian comentarios en fuentes alternativas
o antisistema.
[2] Política Agraria Común (de
la UE). Uno de los puntos más criticados es que la cuantía de las subvenciones
dependa de la superficie poseída por
cada beneficiario, más que de la productividad o el empleo creado.
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